martes, 22 de agosto de 2017

DoNDe Voy VA mi PATRIA!

¿Crisis del Patriotismo?
NO TRAJIMOS LAS CENIZAS
DONDE VOY VA MI PATRIA

AL GRANO: Mi madre nació –como yo—en Ciudad del Carmen. Ella me inspiró un acendrado amor al terruño. Sin embargo, no he traído sus cenizas a la tierra común y natal, porque, compatriotas, donde voy va mi madre y donde estoy es mi Patria.
Nadie duda de la existencia de un creciente cosmopolitismo. Pero, también, a medida que se engrandece el sentimiento de la Patria humana, se reconcentra, de algún modo, lo que aqui en provincia suele llamarse PATRIA CHICA.
Este apego al terruño natal es lo que originó nuestra idea de la “descentralización del pensamiento”. Significa: la reintegración del intelectual y el artista a su tierra natal.
El hombre es hijo de la tierra pero, también, es su padre: la tierra es obra del hombre. Y no sólo con su trabajo sino con su pensamiento. Al reducir su ámbito a una representación ideal, el hombre crea su propio mundo. Así, toda la civilización es esto, justamente: liberación del terruño. El intelectual posee a la tierra. El campesino que vive de la tierra, le tendrá apego pero no amor. El artista que la siente y el intelectual que la comprende le tienen, ciertamente, amor.
Y esto debe ser así: el patriotismo es hijo de la fantasía literaria de las ciudades grandes. Es producto de cultura a fortiori.
Aquel que trabaja su tierra, aquél que en el pueblo donde aún viven los amigos de su infancia, convive con ellos, ése posee un sentimiento legítimo, auténtico y primitivo. Nada artificial. Y podrá ser raquítico o pobre la idea de patria que tenga el campesino, pero es un hecho profundo, histórico, de viva raíz.
Su concepto es más real que el del capitalino, que no podría distinguir un limonero de un manzano. Yo, se lo confieso, amigo, no podría aún después de convivir con mi amiga, Lupita, hija de campesino, quien sembró limonero y manzano en nuestro jardín, en nuestra casita de retiro.


Me contaba mi maestro de secundaria, Don Carlos Madrazo, en la Secundaria Número Uno, en el Cuadro Histórico de la Ciudad de México, que cuando los romanos se cambiaban de casa, solían coger un puñado de tierra de aquel rincón donde reposaban sus antepasados.







Lo echaban luego en el nuevo domicilio; así continuaban con la tradición familiar, basada en el culto a los muertos.
Hoy no nos hace falta recoger las cenizas de nuestros ancestros porque no incineramos sus cuerpos y sabemos que con nosotros van nuestros abuelos: en nuestra sangre, carne, corazón.
Y por eso, también va la tierra, con la que se nutrieron.
Donde vaya yo, va mi Patria.



Lo inmortal del hombre está en su ideal. Y parte gloriosa de este ideal es el de la Patria, Un ideal que permita ver la Paria de la Humanidad. Bajo un mismo cielo, un mismo sol, una misma tierra.
Debo añadir que cuesta algún esfuerzo que el cielo de la Ciudad de México, cubierta con una densa e impenetrable capa de humoniebla, nieblumo, y no smug, como usted quiera.
Es el mismo cielo límpido y azul de Mérida    



Pero, en medio de mi ideal, sí: este ardiente sol es el común de México y es el Padre de nuestra vida, de nuestra Historia, de nuestro Destino: común como la tierra grande, nuestra madre.
Y estamos aquí, mi familia y yo, para mirar más al Cielo que une, que a la abrupta tierra que nos separa. Y estamos aprendiendo a conciliar este amor a la Patria Chica con el de la Ciudad, con el de Cuernavaca, con el de Xochitepec, con el cielo cosmopolita de la ciudad. El de la Humanidad.



Queremos convertir nuestro apego al terruño en amor: el amor de arista e intelectual. De suerte que nuestra Tierra Yucateca y Campechana sea nuestra obra. Queremos humanizar, a nuestro humilde entender, nuestra tierra. Y sabemos que esto es Patriotismo; que esto no lo van a ser los Otros por Nosotros. Cada quien tiene que trabajar para hacer su propia obra y para transformar su apego a la Tierra en Amor. Y así, al final, todo lo habremos hecho entre todos, porque la Tierra, toda, habrá sido humanizada por el Hombre. El sentimiento patriótico será, entonces, vivo. 



En estas mis tierras Campechana y Yucateca, quiero dar más amor. Eso es todo.
Y cuando muera, quiero que arrojen parte de mis cenizas al Mar de mi Tierra, de mi Patria Chica, Ciudad del Carmen y se lleven, otra parte de mis cenizas, a mi casa familiar en México, en Cuernavaca, en Temixco, en Xochitepec, en mi Iglesia , en Real del Puente. Y que arrojen parte de esas cenizas al pino de mi clan escocés, sembrado en el jardín de mi casita de retiro, en El Arco. 



Lo pido humilde y fervorosamente! ¡ Ojalá y esta última voluntad no sea mucho pedir!...








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